martes, 24 de noviembre de 2009

La potencialidad del pensamiento Argentino y Latinoamericano

Por Alcira Argumedo (Socióloga - Diputada de Proyecto Sur)

Sobre la cuestión de una sociología con visión nacional, creo que el tema básico es que si uno analiza cualquiera de las grandes corrientes oficiales de la sociología puede observar que detrás de la elegancia, articulación o coherencia de sus conceptos existe un marco y un proyecto histórico, con sus contradicciones. Se hace evidente que las ciencias sociales y la filosofía no son sino fundamentación, mediatizada, de grandes proyectos históricos -no político partidistas-, de grandes proyectos orgánicos. Esto es fácil verlo en Weber, en su debate con el marxismo, entre l890 y 1920, con una socialdemocracia marxista que planteaba la contradicción entre la burguesía y el proletariado, el internacionalismo proletario y la superación del capitalismo, fundamentada en esta brillante articulación que hace Marx entre ciencia y utopía, en la que demostraba su necesidad. Frente a esto, un Weber, que pertenece a las vertientes nacional-liberales de las nuevas grandes burguesías alemanas, planteaba la necesidad de una unidad de la nación bajo la hegemonía burguesa, para consolidar el capitalismo y transformar a Alemania en potencia mundial. Esto está dicho explícitamente por Weber, si se analiza el desarrollo teórico de Weber se ve claramente la fundamentación del porqué es necesario llevar adelante este otro proyecto.

También pasa si uno analiza el liberalismo político o económico. José Luis Romero muchas veces decía que las experiencias históricas que impusieron nuevos factores sociales luego de un tiempo fueron sistematizadas como esquemas teóricos. Esto se ve en Hobbes, en Locke, en Adams Smith, etcétera.

En América Latina pasó lo mismo. El tema es que las ciencias sociales, al igual que la cultura occidental, son bastante racistas. Ellos piensan que los negros y los indios no pensaban; que tuvieran pensamiento propio era imposible.

Sin embargo, cuando uno analiza América Latina, no solamente descubre las grandes epopeyas de resistencia, basadas en determinados valores, sino, además, un pensamiento creativo que, especialmente a partir de la emancipación comienza a ser positivo de propuestas. Se empieza a ver que en Artigas, en Morelos, en Bolívar, en Simón Rodríguez, en Dorrego, etcétera, había un conjunto de ideas. Por ejemplo, el concepto de democracia era mucho más avanzado que el concepto de democracia en Occidente. Porque en las democracias liberales de los Estados Unidos, que nos dan como ejemplo, los blancos eran libres, iguales, propietarios, etcétera, pero los negros eran esclavos y en las haciendas los iban a masacrar. Los franceses tenían libertad, igualdad y fraternidad para los franceses pero para los argelinos e indochinos no. Había derechos para los ingleses pero para los hindúes no. Y este concepto de democracia absolutamente racista siguió hasta 1960.

Una sociedad democrática

En cambio, en América, en la misma época, pensadores como Bolívar o Artigas generan lo más avanzado del pensamiento en la democracia, porque piensan que ciudadanos tienen que ser todos los habitantes de América, sin distinción de castas. Esto supuso el primer lugar del mundo donde se abolió la esclavitud y la servidumbre indígena y el reconocimiento de los esclavos y los indígenas y los mestizos y los mulatos como ciudadanos con los mismos derechos que los blancos. Esto no era solamente la extensión de la democracia, sino que se pensaba la democracia como modelo integral de la sociedad, es decir, política, socioeconómica y cultural. Y esto significaba dos cosas: la primera, un reparto de tierras, una reforma agraria, para que estos sectores brutalmente expoliados durante la etapa colonial tuvieran los recursos necesarios para ser ciudadanos; y, por otra parte suponía -es el caso de Simón Rodríguez- una de las visiones más avanzadas en términos de educación. No solamente por la extensión de la educación, que era dar una educación de calidad a todos los chicos -negros, pardos, morenos, blancos, indios- sino, además, una educación que en la actualidad es de avanzada, porque no solamente reconoce que la educación no se hace sobre una tabla rasa sino que hay que tener en cuenta la identidad cultural de los chicos, sino que además generaba una metodología para generar mentes innovadoras. Simón Rodríguez decía "conocer es crear". Una oposición frontal con el conocimiento verbalista, repetitivo que, según él, sólo creaba papagayos, no mentes críticas. Pensamientos de avanzada en ese momento y de profunda actualidad hoy. Y estamos hablando de 1824.

El humanismo del extremo Occidente

El tema es que con este pensamiento de las tradiciones populares latinoamericanas hay que hacer el ejercicio inverso al que se hace con las ciencias sociales oficiales. Con las ciencias sociales oficiales hay que encontrar detrás de su sistematización a qué proyecto político y sujetos sociales están respondiendo en una determinada etapa de la historia. A este pensamiento de las vertientes populares latinoamericanas, hay que buscarle el potencial teórico que está por detrás de sus acciones que aparecen principalmente bajo la forma de proyectos políticos, propuestas, ensayos, literatura. Pero si se hace ese ejercicio, yo sigo creyendo que el nuestro es el pensamiento más avanzado de occidente. Porque no es un pensamiento racista, es un pensamiento de un profundo humanismo. Y occidente tiene que hacerse una crítica muy a fondo en esto de pensar que su cultura era la cultura universal, que la raza blanca era la raza superior, que los otros eran meros bárbaros, atrasados e incivilizados. Sólo así van a poder entrar en la historia. Esta soberbia está absolutamente en crisis. Yo creo que hay un potencial riquísimo en esas tradiciones a las que se agregan Martí, Zapata, Sandino, cantidades de líderes y pensadores, pero que obviamente los sectores dominantes y las ciencias dominantes han silenciado.

Pensar el mundo desde Nuestra América

Mi experiencia es que si uno pregunta cuántas mujeres tuvo Enrique VIII de Inglaterra, el 95% de alumnos de distintas carreras de grado y de posgrado te las dicen por orden de aparición, pero si se les pregunta quién era Simón Rodríguez y qué pensaba. no tienen la más mínima idea. Si se pregunta por Bolívar dicen "qué malo que era que lo echó a San Martín", cuando el hecho es que San Martín lo llamó a Bolívar porque era Rivadavia el que lo estaba traicionando. Este tipo de cosas es una distorsión profunda. Por eso Martí decía "hay que hacer la universidad americana para desplazar la universidad europea", decía que el pensamiento latinoamericano tiene que injertar las ideas más avanzadas en el campo universal, pero el tronco tiene que ser latinoamericano. Es decir, desde la propia realidad, desde la propia experiencia vital de los sectores populares heterogéneos de América Latina -así como hizo la burguesía, según dice Romero-, es necesario sistematizar una propuesta, que -insisto- sigue siendo la más avanzada de occidente, precisamente por el carácter de considerar que todos los seres humanos son iguales y humanos. El pensamiento occidental a veces silencia esto, pero a veces lo explícita y, cuando se lo enseña, generalmente nadie lo dice, porque les da vergüenza, pero es un pensamiento de fuerte exclusión y segregación social. Ese pensamiento duró veinticinco siglos. Estos últimos 30 años no le bastaron para mejorar.

En cambio, el pensamiento popular tiene un potencial muy fuerte, no sólo en la Argentina, también en la Argentina está esa tradición, pero hay que pensarlo desde América Latina, porque da una visión mayor y permite no tener una visión provinciana del pensamiento, como si sólo se hubiera gestado en la Argentina, porque América Latina es sincrónica. Por eso, parece mentira cómo desde las dos puntas del continente y sin haberse encontrado Simón Bolívar y Artigas pensaban cosas muy similares. Hay un potencial a investigar en estos modelos de sociedad que requiere la revolución científico tecnológica. Hoy es más necesario conocer lo que enseñan Simón Rodríguez, Artigas o Bolívar que lo que enseñan Bobbio o Habermas.

De 'Cuadernos para la Emancipación', número 20